Lo que no sabemos ver.

"América no es un país donde se preste atención a los pequeños gestos, no es un país como Francia; donde el encanto, algo ligero o efervescente puede sobrevivir. Te exige todo lo que tienes y, cuanto antes lo entregues, mucho mejor." (Sandra Bullock en Historia de un crimen). 
Cada día somos testigos de miles de estos gestos, sin darnos cuenta, dejamos que mueran. Nos dejamos llevar por la rápida crítica y del interior nos olvidamos. Saber mirar más allá requiere de tiempo y de paciencia, pero, sobre todo, de corazón. La única herramienta que nos permite saber aspectos de una persona invisibles a simple vista. Es difícil ver esto en nuestros días donde nos dejamos llevar por las apariencias o por sus actos. 
Dejamos morir estos gestos sin darles la importancia que se merecen. Un beso en la mejilla al despedirte, una ligera caricia justo en el momento preciso, la enorme habilidad de sacarte una sonrisa cuando no tienes ganas de sonreír. Cantidad y cantidad de estos detalles perecen en vano. Sin que nosotros nos demos cuenta de lo que valen. Y es que no nos damos cuenta que una parte de nosotros, aunque sea ínfima, muere con ellos.


Eso invisible que nos une.

¿Te has dado cuenta de que las personas sentimos la necesidad de necesitar a alguien, y viceversa? Y es que nos cuesta coger confianza con alguien. Estrechar lazos se llama. Pero lo más curioso es que estos lazos son tan flexibles, tan moldeables, que pueden estirarse y estirarse por miles y miles de kilómetros; atrevesando montañas, mares y océanos. Pero, ya sea cual sea la distancia que estos lazos recorran, lo más importante es lo que unen. Unen personas, pero personas que sienten que deben estar unidad, y que lo estarán, pase lo que pase, y sea la distancia que sea. Sin embargo, estos lazos hacen que nos confundamos, porque se rompen cuando menos te lo esperas, o cuando piensas que nunca se van a romper y, al final, lo hacen. Los alimentamos día a día para que sean mucho más fuertes, con mucho esfuerzo y pasión; tanta, que llegan a ser casi irrompibles.
Una misma persona puede sostener distintos lazos, decenas de ellos. Pero los más resistentes son muy escasos. Dos o tres, me atrevería a decir. Mas estos últimos sabemos con seguridad máxima que nunca quebrarán. 
También estos lazos sirven como un cable. Es decir, intercambiamos gran cantidad de corrientes de sentimientos que hacen que estemos conectados cada vez con más intensidad. Esperamos con ansia sentir cómo responde el otro y corremos, sin dudarlo, a responder, porque nuestra confianza es tal, que sabemos que lo que enviamos, siente mal o siente bien, servirá para alimentar más y más esa unión.
Y es que vivimos rodeados de uniones de la gente, a veces unos lazos se anudan con otros tantos y se hacen completos nudos. 
Nos gusta estar conectados a alguien, saber que hay alguien al otro lado. Que te escucha, que te quiere por encima de todo, que te apoya, que te critica cuando algo no le sienta bien, que siempre te va a dar un consejo, que te va a pedir ayuda cuando lo necesite. Necesitamos que nos necesiten. Y necesitamos sentir la necesidad por alguien. 

Mucho más de lo que creíamos del amor.

Según la Real Academia Española existen trece distintas definiciones de amor, entre las cuales he elegido tan solo dos:
- "Sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear."
- "Sentimiento de afecto inclinación y entrega a alguien o algo."
Ambas, entre las demás, las encuentro especialmente incompletas; lo que la falta a una, la tiene la otra, y viceversa. Me explico, el amor es un sentimiento que produce sensaciones, más allá de tratarse de una persona, un momento, animal u objeto. Simplemente se trata de un cuerpo tangible o abstracto, ligado al nuestro, y necesario para el funcionamiento de este.
Lamentablemente, hoy en día, el amor es considerado como algo usual, que pasa desapercibido; y lo peor de todo, se el cree y se le busca efímero. Se confunde con al lujuria, la pasión, la atracción; y se presume de ello como si del Gordo de la lotería se tratase. Vivimos desorientados en un mundo de valores alterados. Confundimos el amor con el odio, y pensamos que entre ambos existe tan solo un paso, y sólo porque un autor, que incluso desconocemos, lo creyó así.
Sonríen si se piropean, se dicen te quiero si se sonríen, y juegan entre las sábanas si se dicen te quiero. Después de veinticuatro horas, se juran amor eterno; y más tarde, si me apuras, si te he visto no me acuerdo. Y, para mi sorpresa, si esto pasa con las personas, imagínate lo que pasaría con lo demás. ¿Qué hay de las ganas de salir por la mañana por la puerta, respirar hondo y sentir que te encanta lo que ves a tu alrededor? Esto también es amor. ¿Qué queda de la risa que te provocan las cosquillas que Rex te hace al besar las plantas de tus piés? ¿O la tristeza que provoca cuando ves que está pasando frío? Todo esto, también es amor. ¿Dónde se esconde la ilusión de ver tu rosal florecer? ¿O de darte cuenta de que aquel árbol donde merendabas de pequeño aún sigue en pie, esperando que te acuerdes de él? Esto, también es amor. 
¿Dónde se ocultan las lágrimas que de tus ojos se desmoronan si descubres que tu amuleto de la suerte se ha perdido? ¿O dime dónde queda el afán por hacer que algo perdure para siempre, y cuando dejes a un lado tu juventud, sigas siendo el mismo adolescente que eras cuando decidiste guardar ese retrato hasta el más eterno de los minutos? Eso, también es amor. 
Dime si no se te pone la piel de gallina cuando escuchas esa canción que una vez te cantaron al oído; o dime si no te estremece cerrar los ojos y sentir que le tienes al lado, que te cuenta sus secretos más profundos, porque siente que jamás le vas a fallar. Esto también es amor. 
Ahora dime qué es de toda esta alegría, energía, comunicación, creación, ilusión, lágrimas. Dime qué hay de este juego, de este frenesí. Dime, amigo, si esto no es amor. Y es que nos empeñamos en conseguir estas sensaciones por la vía rápida, cuando se encuentra en cada pequeño detalle que inundan en nuestra vida, y que no sabemos exprimir. Y es que el amor es un compendio de estas gotas, formando un mar de sensaciones que te arrollan. El amor no es simple.


(Autora: @paula11gcs, gracias)

Futuro, un sinónimo del azar.


Hay momentos en los que sentimos que vagamos por un mundo oscuro y extraño. No sabemos cuál es la salida y cuando parece que la hemos encontrado se nos escapa de los dedos como si fuera humo. Vagamos y vagamos. Por el camino vemos rostros conocidos, personas que nos dicen que todo saldrá bien, que no te preocupes, que tú vas a poder con ello; pero porqué todo el mundo piensa que eres capaz de superar eso, ¿acaso saben el futuro? 
No, nadie puede hacer tal proeza. Sin embargo, poseen algo que a ti te falta, confianza. Todos esos por qués, esas dudas no son más que fruto de la desconfianza en ti mismo. En el momento en el que tu propia seguridad aumente, nadie podrá pararte. Te dará lo que el mundo diga, porque el mundo no sabe cómo te sientes ni lo que en realidad eres capaz de hacer.


Todas estas palabras son muy bonitas, pero hablemos de la realidad. Todos nos sentimos acojonados por el futuro. La incertidumbre de cómo será tu nuevo trabajo, ¿habré elegido bien mi carrera?. Estas cuestiones y muchísimas más son las que nos ahogan día a día. Sí, nos rayamos. Porque no podemos controlar el tiempo ni saber el futuro. Muchos darían cualquier cosa con tal de saber una pizca de lo que sucederá en nuestra vida de aquí a 10 años, por ejemplo. No obstante, perdemos el tiempo en planearlo todo: dónde viviremos, cómo será nuestra casa, estaremos casados o solteros, nunca tendremos hijos... Millones y millones de planes de los que se cumplirán dos, y eso con suerte. 
Sí, admitámoslo, no podemos controlar la vida, de todo lo que planeemos nada se cumplirá, incluso me atrevo a decir que saldrá exactamente del revés. Pero tenemos que aceptar que el futuro es sinónimo de azar y vivir con ello. Aprender a vivir con la incertidumbre de la vida, sabiendo que las personas fuertes son las que mejor se adaptan a los cambios inesperados.

¿Acaso no es esto lo que hace de la vida emocionante?


Lo que el tiempo no cambie.

Tiempo. La única fuerza que es capaz de cambiar completamente todo. Envejecemos, nos separamos, nos juntamos, crea nuevas vidas, pero también las quita. 
Seguro que muchos de vosotros pocas veces miráis atrás y os dais cuenta de que nada es igual, es que incluso nos convertimos en aquellas personas que hace años odiábamos. O aquellos amigos a los que jurábamos y prometimos estar a su lado pasara lo que pasara, ya no están. Y es que no somos totalmente conscientes del poder del tiempo. Cuando nos sucede algo malo o estamos decaídos por algún desengaño, pensaba que nunca se pasará, que siempre estaremos mal; pero el tiempo siempre pasa. 
¿Cuántas veces has deseado dar marcha atrás en el tiempo para cambiar eso que has hecho mal? ¿Cuántas veces has deseado justo lo contrario, que el tiempo pase volando por una situación incómoda que estas viviendo, o por que llegue algún evento que estás deseando que llegue ya? Somos incapaces de manipular el tiempo a nuestro antojo, pero de lo que si somos capaces es de aprovecharlo. Podemos dejar que pase sin hacer nada y vivir una vida aburrida y monótona, o podemos pasar a la acción y luchar por aquello que anhelamos y deseamos. Recuerda que los errores no son sólo errores, sino fuentes de aprendizaje que te enseñan a aprovechar el tiempo con más intensidad. De nosotros depende saber aprovecharlo a tiempo o no. 
Y recuerda, no te arrepientas de aquello que hiciste en el pasado, sino de las oportunidades que perdiste.