La película de mi vida.

A veces caemos presos de una prisión que nos fabricamos nosotros mismo, pero, una vez dentro, somos incapaces de ver lo que hay fuera de los barrotes. Intentamos focalizar nuestras problemas como si fueran los únicos del mundo, pero no te puedes llegar a imaginar lo pequeño que se puede hacer si piensas en que posiblemente la persona que ves todos los días y que hablas con ella en clase o en el trabajo tiene una vida realmente difícil. Entre tú y él existen muchas diferencias, por ejemplo, en lo que tú te hundes, él flota; en lo que tú flaqueas, él es fuerte. Soy de los que piensan que los errores no son el único medio para aprender, también somos capaces de aprender de las cosas malas que te da la vida.
Vemos en muchas series de televisión que el mayor problema de los protagonistas es encajar en una universidad, enamorar a un narcotraficante o simplemente luchar contra el mal. Siempre nos dicen que la vida no es como una película, pero ¿por qué no?. Convierte tu vida en tu película favorita, para qué vivir una vida si no podemos manipularla a nuestro antojo, es nuestra. Corre aventuras, arriesga, habla con ese chico o chica que te gusta y no pienses en lo que pueda pasar, muchas veces en el lugar más inesperado podemos encontrar lo más esperado, no dudes en arriesgarte en perderlo todo para conseguir todo lo que amas, nunca se sabe. Lo único que me queda por decir es que a veces tenemos que ser débiles para poder ser más fuertes.

Mi hogar.

¿Sabes? Ya sé porqué te quiero. Porque tu eres Casa. Porque cada vez que estamos juntos, somos Casa, da igual lo que pase ahí fuera, porque tu formas mi Casa. Una casa recogidita y hermosa por fuera, pero dentro de ti, en las paredes, está escrita tu historia. Es tuya, de nadie más.
Me encanta ponerme a leer esas paredes, en ellas se cuenta las alegrías, las penas, cuando estás enfadada, cuando estás decepcionada, cuando crees que estás a punto de derrumbarte pero consigues ponerte en pié y decir: ¡Basta!; cuando te preocupas por alguien o simplemente cuando amas a alguien con todo tu ser, pero te das cuenta que esa persona no te merece. Sí, me gusta leer tu historia una y otra vez, porque siempre me enseñas algo nuevo o simplemente porque busco un refugio a tu lado.
Refugio, eres mi refugio, el lugar donde sé que, aunque yo esté de bajón o simplemente necesite tu calor o un abrazo, sé que en ti lo encontraré.
Tu historia se corta en una pequeña habitación oscura, he de sospechar que estos son los recuerdos que prefieres olvidar, los escondes en los más profundo de ti para que no te molesten y se acumulen. Me enseñaste a observar, pero también a actuar conforme a mis sentimientos.
Ya me queda poco que aprender de esas paredes, ahora quiero que me enseñes tú. Siempre has sido la que me ha protegido, quiero que lo sigas haciendo, porque te quiero, y tú y yo formamos un Hogar.

Lo arriesgo todo




Ayer vi nuestra foto. Esa en la que salimos mirándonos fijamente pensando que ese momento nunca terminaría, como si se quedara para siempre parado, como una foto. Por un instante recordé todo lo que arriesgué y sería capaz de perder con tal de que me mires así otra vez.
Tu sonrisa. Recuerdo que sonreías poco, pero cuando lo hacías, hacías que todo flotara. Adoraba esa sonrisa.

Recuerdo que llegué a perder mi pantalón favorito por revolcarme en el barro contigo. Recuerdo que perdí la vergüenza cuando bailé en el escenario de aquel bar que tanto nos gustaba. Recuerdo cuando me subí en tu coche y pensé que nunca estaría contigo, porque eras mezquino, frío, distante y un golfo sin sentimientos; sin embargo, aquella noche hiciste que tocar el cielo fuera demasiado normal.
Eres el único que sabe que cuando digo que te odio es que te quiero con más fuerza que nunca, y que cuando te pido que te largues de mi vista es cuando más cerca te quiero tener. Y ahora mismo, no te quiero ni ver...

Un muro, dos muros, tres muros...

Todo se reduce a muros. Sí, a muros. Toda nuestra vida está llena de muros, unos más altos que otros. Básicamente el objetivo de nuestra vida es ir saltando esos muros, muchos costarán, pero las vistas desde el otro lado son fantásticas.
Cuando eres pequeño, los muros que creas son cosas simples, por ejemplo: la misma bicicleta que tiene el vecino del cuarto, la muñeca que hace pis y caca que sale en la televisión o esa consola nueva con 800 juegos. Sin embargo, cuando somos más mayores, creamos unos muros tan altos que muchas veces al intentar escalarlos no caemos y nos hundimos, pero siempre aparece ese alguien que te aúpa para conseguir traspasarlo, pero es que esos muros se vuelven igual de complejos que nosotros. 
No obstante, coger confianza demasiado rápido puede ser peligroso, esas personas de las que confías pueden cambiar o simplemente te decepcionan y tu confianza se rompe como un cristal. A consecuencia de esto, creas muros de arena rogando que nadie los salte, pero no te das cuenta de que esos muros no mantienen a las personas fuera, sino a ti dentro.
Hay que decidirse, la vida es un caos. Puedes pasarte la vida levantando muros o puedes vivir saltándolos, tú decides. Sólo una última cosa, la vista desde el otro lado no tiene precio.

Disfrazando sentimientos.

Quiero contarte un secreto, aunque mi disfraz es tan fino que me sorprende que no hayas visto a través de él...
Soy el amor de tu vida disfrazado de tu mejor amigo. He intentado muchas veces romper ese disfraz, pero no lo hago, porque sé que huirás. Así que, durante todo este tiempo he aprendido que es mejor vivir escondiendo mis sentimientos que intentar sacarlos.
Mi madre me solía decir que en la vida hay personas que te gustan a primera vista, o que tardan más; espero ser de las segundas. Quizá no sea el que te gusta hoy, pero con estas palabras voy a dejarte con la esperanza de que algún día vuelvas a mí.