Una vez, una persona me dijo que 'madurar es saber distinguir entre ilusión y amor'. Estaba en lo cierto.
La ilusión es como una tormenta de verano. Te refresca, te divierte; pero es pasajera, efímera. Cuando vemos que esa tormenta se disipa afloran los sentimientos de pesadez y rutina. No nos gusta.
Sin embargo, el amor es como un terremoto que te recorre por dentro, un huracán que te destruye para volverte a reconstruir. Es vida. Algunos necios piensan que no existe, se equivocan. El amor es nuestra esencia, algo que todas las personas deben sentir.
Ese momento en el que ves que tu pareja hace algo que te molesta de verdad, pero en lugar de enfadarte, sonríes. Cuando ve que miras al suelo inseguro y triste por un mal día, te coge de la barbilla, te levanta la cara y te mira a los ojos diciéndote: 'no te preocupes, te quiero'. Que no se espere que siempre vas a estar ahí, pero que tampoco lo dude.
Estas sensaciones que son como una ola que nos llevan por delante se llama amor. La diferencia la marcas tú y tu corazón. Vive como y quieras y como sientas, pero cuando lo veas pasar, no lo ignores, acércate a él y deja que te empape de todo lo que te tiene que dar. Y cuando lo hagas, tendrás uno de los tesoros más valiosos y más frágiles que existen, pues puede que no sea el definitivo o puede que te lo arrebaten, pero el tiempo que has pasado con él no se mide en días, sino en milenios.