Un muro, dos muros, tres muros...

Todo se reduce a muros. Sí, a muros. Toda nuestra vida está llena de muros, unos más altos que otros. Básicamente el objetivo de nuestra vida es ir saltando esos muros, muchos costarán, pero las vistas desde el otro lado son fantásticas.
Cuando eres pequeño, los muros que creas son cosas simples, por ejemplo: la misma bicicleta que tiene el vecino del cuarto, la muñeca que hace pis y caca que sale en la televisión o esa consola nueva con 800 juegos. Sin embargo, cuando somos más mayores, creamos unos muros tan altos que muchas veces al intentar escalarlos no caemos y nos hundimos, pero siempre aparece ese alguien que te aúpa para conseguir traspasarlo, pero es que esos muros se vuelven igual de complejos que nosotros. 
No obstante, coger confianza demasiado rápido puede ser peligroso, esas personas de las que confías pueden cambiar o simplemente te decepcionan y tu confianza se rompe como un cristal. A consecuencia de esto, creas muros de arena rogando que nadie los salte, pero no te das cuenta de que esos muros no mantienen a las personas fuera, sino a ti dentro.
Hay que decidirse, la vida es un caos. Puedes pasarte la vida levantando muros o puedes vivir saltándolos, tú decides. Sólo una última cosa, la vista desde el otro lado no tiene precio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario